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lunes, 19 de febrero de 2018

'Todo el dinero del mundo'. La banca casi siempre gana.

Como casi siempre cumplo los pactos cuando es entre caballeros, tenía que escribir esta crítica. 'Todo el dinero del mundo' llegará a las salas españolas salpicada de polémica, y antes de dejarla de lado para hablar de cine (parafraseando, aunque sea una temeridad por mi parte, a Arturo Valls) expondré mi teoría sobre la expulsión de Kevin Spacey del reparto: Ridley Scott se aferró al pretexto del acaso para reemplazarlo por Christopher Plummer, arrepentido de su elección primigenia al ver a Spacey convertido en un personaje de 'Lazy Town' (2004) más que en un señor mayor 'muchimillonario'. Ahora sin sonar frívolo, la rectificación es excelente, porque no sólo el papel de Paul Getty no parecía hecho para el actor de 'American Beuty' (1999) y su horrenda máscara de maquillaje, Plummer es el lúcido ejemplo de que "más sabe el diablo por viejo que por diablo", cerca de cumplir los noventa, el canadiense efectúa otro recital de interpretación que le ha servido para otra nominación a los Oscars. De ganarlo sería el actor más mayor en hacerlo, ¡qué coño!, ya lo es por 'Beginers' (2010).


Ridley Scott no llega a deslumbrar como los flashes de las cámaras que persiguen a Gail Harris (Michelle Williams) por las calles de Roma, pero sorprende gratamente con un ejercicio de cine clásico conciso y contenido. La historia (nada del otro mundo) sirve de pilar para perfilar a tres interesantes personajes, a los ya citados Gail y Paul, se suma un peculiar Cincuanta (interpretado sin demasiada convicción, aunque con romanticismo, por Romain Duris). El personaje de Marky Mark, perdón Mark Wahlberg, se pasea por la historia pasando bastante desapercibido, lo cual ya es un logro.

Se echa en falta de hecho, un mejor desarrollo de la relación entre Cincuanta y Paul Getty III (Charlie Plummer, con un registro algo sosainas y sin guardar relación con su abuelo en la ficción) que explique ese síndrome de Tombuctú, es decir, lo contrario al síndrome de Estocolmo atendiendo a la canción de Javier Krahe. También se hubiese agredecido quince o veinte minutos más de metraje que mostrase el desmoronamiento de Paul Getty II (Andrew Buchan) y la disolución de la familia, con tal de definir los polos de la historia.


La película gana color tras la media hora, cuando se deja de lado la facilona voz en off y ese recurso tan propio de Oliver Stone de ir y venir del blanco y negro a toda la gama cromática. Cuando la trama se asenta en el secuestro en sí, y comienza a perfilar la psicología del magnate del petróleo. La guerra entre Gail y su suegro, entre Cincuanta y su mafioso contratador son dos caras de la misma moneda: los ricos siempre tienen el poder, los pobres parecen partir con la moral y las buenas intenciones. Toma y daca por ambas partes que dotan al argumento de una coherencia interna muy beneficiosa.

Ahora bien, Scott, compinchado con su guionista David Scarpa (habrá que leer la novela de John Pearson) no se olvida de darle un palo a los comunistas, de profundizar en el estereotipo del italiano (si es sureño con más motivo) corrupto, de mostrar como el huracanado poder de la prensa sensacionalista es capaz de convencer a la masa engañada, no a los que la manejan (aunque en ocasiones juegue en su contra). Ideas más o menos polémicas y discutibles que acaban conformando un relato algo tradicional, tanto en forma como en contenido, pero hermoso en la forma que propone su tesis: el precio de la felicidad y el dinero como vicio y prisión.


Esa es la máxima central, Paul Getty como persona que lucha por decidirse entre sus dos entes más queridos: el dólar y su nieto, dos cosas que pueden ser materiales o no, según se mire. La decisión parece estar tomada desde el principio, pero eso no impide que Paul Getty sea también la persona que sufra, que se de cuenta, cuando las ciruelas podridas de su árbol comienzan a quedar ocultas bajo tierra, que todo lo inmutable que lo rodeaba no hacía sino recordarle a ese nieto que un día tuvo, y que su codicia, su estúpida codicia, lo separo de él. Este análisis se basa siempre en la historia de ficción, no olvidemos que la película está basada en un acontecimiento real y que el perfil del magnate y sus motivos para no pagar el rescate pueden no ajustarse a lo que esta muestra.


Lo mejor: El confrontamiento entre Williams Plummer.
Lo peor: La muy innecesaria escena sangrienta, moralmente digna de supresión que empaña en parte un relato pulcro y poco sensacionalista.

Valoración: 7/10

Javier Haya

Tráiler


Mejor que: 'Marte' (2015)
Peor que: 'Blade Runner' (1982)

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