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domingo, 4 de febrero de 2018

Crítica doble de 'El sacrificio de un ciervo sagrado'.

En cierto momento 'El sacrificio de un ciervo sagrado' se menciona de pasada el mito de Ifgenia, hija del rey Agamenón sacrificada a la diosa Artemisa por cazar sin permiso uno de sus venados sagrados. El mito, llevado a la literatura por Eurípides entre otros, posee diversas variantes.


          A FAVOR 

El director griego  Yorgos Lanthimos echa mano de la mitología griega para contarnos una historia que confronta el mundo médico con el determinismo. 'El Sacrificio de un ciervo sagrado', narra un relato con la estructura típica de la tragedia del teatro griego pero con una cierta influencia de algunos de los directores que más han aportado al cine, es inevitable no acordarnos de 'Funny Games' (Michael Haneke. 1998), cuando vemos esa grotesca escena del final, así como encontrar influencias del surrealismo de Luis Buñuel o de Darren Aronofsky.

Sin duda estamos ante una película metafórica y de la que podemos sacar varios niveles para analizar. La parte más gruesa de la película es una crítica de como los medicos paulatinamente se van transformando en seres insensibles, donde la muerte ya se ha convertido en algo inherente para ellos, muy relacionado con esto, podemos ver un paralelismo entre el avance tecnológico y la reconversión del ser humano en un ser casi autómata.  El director griego utiliza la película como fonendoscopio para escuchar los ruidos de una sociedad egoista y degradada. Como hemos comentado anteriormente, Lanthimos nos hace reflexionar sobre el determinismo y hasta que punto los actos del pasado marcan nuestro destino.

Como ocurrió en su anterior película 'Langosta' (2015), nos encontramos con una primera parte, que en este caso será más lenta y repetitiva y una segunda parte donde veremos el climax, la caida del protagonista y donde aparecerá la enseñanza moral. Hasta mitad de la cinta podemos encontrarnos desorientados, haciendo un enorme esfuerzo por encajar las pocas piezas que nos han ido dejando los protagonistas. Pero a medida que nos acercamos a ese trágico final, todas nuestras dudas empiezan a despejarse y empezaremos a entender todo lo sucedido.

'El sacrificio de un ciervo sagrado' también demuestra ser un ejercicio metafórico en el apartado técnico.  El director utiliza el angular para distorsionar la realidad y degradar todavía más, si cabe, a sus protagonistas, mediante el uso del zoom y acompañado de una música extridente nos provoca, nos hace sentir la tensión y el vacio emocional de Steven (Collin Farren), la película utiliza un ritmo lento pero que crea un malestar que será constante en el espectador, planos generales sin apenas elementos, poco dialogo y con tono monótono, acciones y escenas demasiado mecánicas así como largos y lentos travellings que pondrán a prueba nuestra paciencia. Todos estos elementos desencadenarán en nuestro interior una enorme fatiga, similar a la que podria experimentar nuestro protagonista. El último acto de la película se comporta  como salida de emergencia de toda esta irá y frustración, donde presentaremos uno de los actos más trágicos visto en el cine durante la última década.

En cuanto a las actuaciones, es posiblemente uno de los puntos más fuertes, Yorgos Lanthimos vuelve a repetir con Collin Farren y lo cierto es que, aunque no lo hace nada mal, todas las miradas se centran en Nicole Kidman y Barry Keoghan.

Nicole Kidman esconde la marca más misteriosa de la película, un personaje autómata, casí mecánico, incluso parece estar sosegada y tranquila, capaz de ser sodomizada por el dios más enfermo de todos; Martin (Barry Keoghan), sin duda el actor que más destaca en la cinta, con una de las escenas más provocativas (el momento en el que come los spaghettis) que nos recordará a la escatológica 'Gummo' (1997). Barry hace una de las interpretaciones del año, un personaje completamente trastornado que nos producirá escalofrios y que no tiene nada que envidiar a los violentos jovenes de 'Funny Games' (1997). Por un lado Martin busca venganza pero también es un ser con fragilidades preocupado por encontrar una figura paterna que sepa guiarlo, en este caso ese referente que busca es Steven.

Steven (Collin Farren) se ve envuelto en una especie de maldición divina con un final inevitable. A medida que nos acercamos al último acto, las actuaciones cogen más y más fuerza acorde a esa tensión in crescendo que se crea en el espectador. En este final de la película es cuando más destaca la presencia de Collin Farren que tiene que tomar por fín una decisión y conseguir el momento de mayor angustia del metraje.

'El sacrificio de un ciervo sagrado' peca de ser pretenciosa, así como Yorgos Lanthimos de recrearse y gustarse en su propio cine. Por lo que no es una película para todos los gustos, de hecho solo los más afines al director podrán saborearla como realmente se merece. Con un guión que en manos de otro director haría aguas y sería inverosimil, Yorgos Lanthimos consigue hacernos creer en esos mitos que solo creían los niños de la antigua Grecia y cuestionarnos si realmente existe una persona que nos pueda condenar con un maleficio basado en la Ley de Talión (Recibir el mimos nivel de castigo que crimen cometido) lo que vendría a ser un ojo por ojo, diente por diente. Un guion que nos narra una historia de suspense pero sin tener miedo a meter ingredientes sobrenaturales, el director sabe llevar el compas de esta mezcla  creando una género unitario y hace creer al espectador que todo lo que verá desde el inicio es real.

El guión enfrenta la idea del racionalismo contra la fe o lo irracional. Tanto el espectador como los personajes van a sufrir un cambio a lo largo de la película. Vamos a ver como los personajes pasan de ser seres racionales, que emplean la lógica a empezar a creer en la divinidad en lo sobrenatural, en seres que experimentan lo que no tiene una base lógica. El espectador también sufrirá este cambio de concepción, aunque al principio puede no creer en estos castigos divinos al final acepta sin dudar lo que ve a través de la pantalla, acepta que lo que ocurre es real.

Posiblemente es por esto por lo que 'El sacrificio de un ciervo sagrado' haya ganado el Premio a Mejor Guión en el Festival de Cannes. Por esa idea de contraponer dos ideas contrarias y hacer cambiar de idea al espectador en mitad de la cinta. 'Sacrificio de un ciervo sagrado' es una de esas películas que son necesarias, una película independiente arriesgada, que pretende hacer cambiar de opinión y que rompe los esquemas establecidos por el cine más comercial.

Creo que uno de los mejores resumenes de la película es la escena en la que Martin muerde el brazo de Steven y cuando este se libera, Martin se muerde su propio brazo y dice con los dientes ensangrentados: "Es una metáfora"

Lo mejor: Una película con intención, valiente y que reta al espectador.

Lo peor: Sacrificar tu dinero en una película que te angustiará hasta decir ¡Basta!

Valoración: 7/10


Cristian Fuster





             EN CONTRA

Dos planos, no más. Eso es todo lo que necesita Yorgos Lanthimos para dejar clara sus intenciones en 'El sacrificio de un ciervo sagrado', su último largometraje, inexplicable ganador en la última edición de Cannes del premio a Mejor Guión (mezclar a Pedro Almodóvar y Will Smith en un jurado no podía dar buenos frutos).

La cámara se despega poco a poco de un corazón batiente, en ángulo cenital. A este impactante primer plano, lo sucede otro de un travelling que sigue una conversación en plano general de Steven (Collin Farrell) y Mattew (Bill Camp), cardiólogo y anestesista respectivamente, por los blancos pasillos del hospital sobre relojes. Por tanto, el espectador es ya consciente de la asepsia con la que va a ser tratado el tema, el distanciamiento de los personajes y sus sentimientos, y que el tiempo va a ser un factor importante en la resolución de una trama que va a presumir además de profundidad, ya que uno de los atributos destacados de los relojes de los médicos es su capacidad de funcionar bajo grandes masas de agua.

Lástima que las intenciones del realizador griego se queden en eso, en intenciones. Y que la profundidad argumental necesite ser explicada recurriendo a mitos extratextuales  y a la fantasía más banal. A nivel argumental la película es más bien superficial, admite varias lecturas (el vacío que dejan los hijos que abandonan el hogar, la razón y la ciencia contra la voluntad de los dioses o simplemente, y me temo que esta última concuerda con la pretensión del autor, el clásico Hollywoodiense quien la hace la paga) y ni siquiera el tiempo es determinante (aunque si se puede dividir la trama en tres actos, sean llamados como se quiera) para una película que ha sido comparada con la tragedia griega por numerosos críticos y espectadores.

"Mediante el aparataje estructural y narrativo de una tragedia griega (puesto que de Atenas es el director)" escribe Luis Martínez en ElMundo, que sería algo así como decir que en la composición de las melodías del grupo de indie rock Phoenix se advierten ritmos y estructuras propias de Mozart porque uno de sus discos se llama Wolfang Amadeus Phoenix. De todos modos, para no ser injustificadamente cruel, sí existen indicios que llevan a pensar que Lanthimos, como ya hiciese en su última película 'Langosta' (2015) parta de elementos de la tragedia y la mitología de su país. 

En primera instancia, el alejamiento de la cámara aplicado a los personajes pretende mantener las distancias que el espectador tenía con los reyes y héroes del teatro clásico, por 'El sacrificio de un ciervo sagrado' circulan personajes vulgares, médicos y niños con los que podríamos identificarnos, pero el gran angular y las conversaciones impostadas lo impiden. Sin embargo, al ir dicho distanciamiento acompañado a su vez de una interpretación fría, mecánica al estilo de los actores de  Bresson, más cercanos a leer el texto que a la actuación, se hace muy difícil remarcar la hamartía (el error cometido por Steven). La culpa de la cual divaga por el texto como si su relevancia fuese nimia hasta que, finalmente, el espectador es conocedor de las verdaderas causas de la muerte del padre  de Martin (Barry Keoghan). Y si en la tragedia griega era la hamartía la encargada de marcar el destino funesto, si el héroe trágico gritaba sus faltas para poder establecer un pathos trágico, un sentimiento de afecto del espectador hacia este, en este caso, la inacción de Steven, su pusilanimidad dejan inoperativo este pathos y el destino resulta casi intrascendente. 

Desde otra óptica, podría entenderse que Lanthimos ha buscado sutilizar el tono trágico, prescindiendo del machacón corifeo y de un héroe histriónico. A fin de cuentas, la segunda escena de la película ya nos enseña a un Steven reunido con Martin , antes incluso de que sepamos el vínculo que los une y de que conozcamos a la familia del médico, lo cual puede entenderse como su particular (y muy humana) forma de entonar el mea culpa. Además, el realizador griego introduce con fineza y coherencia el metabolé, lo que supondrá  el detonante del conflicto: cuando Steven presenta a Martin a sus hijos, Bob (Sunny Suljic) lleva las mismas playeras que el adolescente, presagio de la dolencia que poco después padecerá el benjamín de los Murphy. Mientras que la conversación en la habitación de la primogénita Kim (Raffey Cassidy)  propicia que Martin le pida a esta que le cante algo, esta se niega, pero no tenemos que esperar ni media docena de planos para escuchar a Kim poniendo en práctica sus dotes exclusivamente para Martin. Además está fumando, algo que Kim no había hecho antes, pero práctica ya habitual en Martin. No será tampoco casualidad que sea precisamente en clase de coro (otro paralelismo con la tragedia) donde a la joven le fallen las piernas.

Asistimos por tanto al transbase de las características de la deidad de un personaje, Steven, a otro, Martin, que se consuma en el momento en el que Kim posa ante el joven de la misma forma que antes lo había hecho Anna frente a su marido en el momento del acto sexual, como se postran los fieles, pasivos, dominados, frente a los dioses. Hasta aquí, todo es, por lo menos, correcto. El problema es cuando la sutileza es dejada de lado para mostrar las actitudes violentas en primer plano, con el propósito ruin de crear el malestar en el espectador que no ha sabido formar mediante una atmósfera de tensión -lo mínimo que se le puede pedir a una película vendida como un thriller- debido a un difuso planteamiento del argumento. Es al ver los ojos sangrantes de Bob, cuando comprendemos que ni el personaje de Collin Farrel en 'Langosta' es  Edipo aunque se arranque los ojos, ni Lanthimos es Sófocles por mucho que use el gran angular y ese frustrante y molesto zoom in/zoom out como particular forma de distanciarse.

La penúltima secuencia, y aquí coincido con Cristian Fuster en que esta es grotesca en forma y contenido, esconde caprichos de niño pequeño, de ser aún incontinente. Una  a una las luces de la razón de Steven (también las de Lanthimos) se van apagando conforme las lámparas del salón reciben los balazos de la escopeta. Algunos han visto en esto una referencia al cine de Haneke, pero el austríaco (sin entrar a valorar su cine) al menos era coherente en la aplicación de los comportamientos violentos fuera de campo. Lanthimos por su parte, en su afán de desagradar, muestra tras el tercer disparo el cuerpo sangrante de Bob (por segunda vez), en un muy innecesario plano medio. La letra no siempre entra con sangre.

No hay catarsis. Y sin catarsis no hay tragedia. Hay una sucesión de imágenes simbólicas inconexas y una estridente banda sonora. Lanthimos ha hecho lo que parecía imposible: ha convertido la geometría en angustia.

Lo mejor: Una castrada Nicole Kidman y una entusiasta Raffey Cassidy.

Lo peor: La deshonestidad de Lanthimos a su propuesta.

Valoración: 2/10


Javier Haya

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