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lunes, 17 de julio de 2017

'Dead Man'. El misticismo del crudo Oeste

Jim Jarmusch es un director diferente, un cineasta único, se mueve por las sombras y rechaza las multis y es, sin embargo, no sólo uno de los más brillantes de su generación, sino de los más influyentes. Con un cine lento, reposado y a la vez más fresco que un caramelo Halls. Posee la rara habilidad de mezclar la pesadez de los largos planos, de la repetición, con la frescura de la filosofía sencilla, de la agradable sorpresa.


Lo menos parecido a un profeta en su tierra, mejor valorado en Europa (sobre todo en Francia y su edén particular que es Cannes) que en unos Estados Unidos cuya Academia del cine no ha tenido nunca la consideración de nominar al Oscar (¿qué sabrán los putos academicos -qué diría Max Estrella- si prefieren 'Figuras ocultas' (2016) a la perfección de lo cotidiano que representa 'Paterson' (2016), si prefieren 'Babe, el cerdito valiente' (1995) a 'Deadman' (1995)) a un hombre que tiene en su filmografía películas de la talla de 'Extraños en el Paraíso' (1984) o Flores Rotas (2005); Jim Jarmusch es admirado y ninguneado por partes iguales, pocas veces detestado, lo que suele suceder con los buenos artistas.


'Dead Man' es la mejor plasmación del Purgatorio que se ha visto en el cine.  Purgatorio por donde vagan personajes que buscan, más que la salvación o la expiación de los pecados, sobrevivir en la vida eterna. Ya el prólogo en el tren, sudoroso, lento y soñoliento, siempre entre fundido y fundido a negro, se puede comprender como el paso de una vida a otro, de un mundo a otros. William Blake (un Johnny Depp que nos demuestra, una vez más, que con los años ha perdido en todos los sentidos) muere para renacer en un lugar que le resulta por completo ajeno. Un mundo de repudiados, de cobardes y malditos.

La cinta ha sido interpretada también como un alegato a favor de los valores de los nativos americanos, tan masacrados por el colonizador europeo, sin embargo, Nobody (Gary Farmer) aunque posee una sensibilidad emocional y artística de la que el resto de personajes carecen, y aunque predica una filosofía ancestral (y bastante ambigua, extraña como el humor de los indios [nativos americanos, perdón] del que habla Lucia Berlín en su relato 'Lavanderia Angel'), no repudia la violencia física, aunque puede deberse a que también él está contaminado por la cultura occidental. Lo que puede conducir a pensar que Jarmusch le da gran importancia a la educación y las experiencias vitales, y que la violencia no es innata al ser humano, sino una enfermedad de fácil contagio. No olvidemos que el propio Nobody es quien enseña a disparar a William Blake.


Los personajes que transitan por la película son perfilados de forma vaga y misteriosa, parecen todos ellos condenados al dolor y a inflingirlo. La muerte posee en 'Dead Man' un elevado contenido poético que transita a caballo entre el humor y la tragedia: tiroteos disparatados, planos descontextualizados y un montaje espacial no siempre bien definido, le dan a 'Dead Man' un punto de difusión, de misticismo, que le sienta maravillosamente. El director de Ohio, que se autoconsidera delitante, y no está excesivamente preocupado en la profundización sino en la transmisión de sentimientos y emociones, sabe combinar un humor estrafalario con el sinsentido existencial de un personaje que ni siquiera sabe quien es.


En realidad nadie sabe muy bien ni quien es ni donde se encuentra. Iggy Pop, amigo de Jarmusch con el que realizó el año pasado un documental sobre su banda The Stooges llamada 'Gimme Danger' (2016), interpreta a un vagabundo obsesionado con la Biblia que se reúne con violentos pistoleros. Los ojos tristes de Gabriel Byrne que dan vida (un pequeño hálito no más) al hijo del magnate del pueblo tampoco parecen muy seguros de hacia donde se dirigen ni porque abandona a su prometida. Los únicos que parecen tener las cosas claras son los que no dudan en empañar el rifle y disparar a las primeras de cambio, Alfred Molina en el papel de tirano evangelizador, Lance Henrinksen como el asesino a sueldo Cole Wilson y sobre todo, Robert Mitchum, en su última aparición en el cine, en la piel del temible John Dickinson, el magnate y cacique de Machine,  más cruel y digno de repudio que Harry Powell en 'La noche del cazador' (1955).


'Dead Man' es un pequeño relato de tono absurdo y onírico sobre la identidad, sobre la huida y las diferentes vidas que puede tener un mismo alma (en verdad no sé muy bien sobre que va, yo también ando algo perdido como el bueno de Johnny). Pero lo cierto es que es una película con un punto hipnotizante muy recomendable, una experiencia disfrutable. Y no sé veía un western en blanco y negro, porque hay que tenerlos cuadrados para hacer en blanco y negro una del Oeste que tan bien le sientan los tonos pardos de la tierra y el azul cielo, por lo menos desde la época de John Ford, además la fotografía es preciosa.

Lo mejor: La iconoclasia de Jarmusch que derrumba la leyenda del Oeste (el purgatorio/infierno, si John Wayne levantase cabeza...
Lo peor: Es un poco indecoroso usar actores de la talla de John Hurt o Gabriel Byrne para dos minutos, que decir de Mitchum.

Valoración: 7/10

Javier Haya

Tráiler


Sinopsis
William Blake decide abandonar su puesto de contable en Cleveland (Ohio) después de recibir una oferta de trabajo en Machine, una inhóspita ciudad industrial en el Oeste de los EEUU. Sin embargo, cuando llega, resulta que su puesto lo ocupa otra persona. Charlie Dickinson, el hijo del propietario de la empresa, mata a su mujer cuando la encuentra en la cama con Blake, quien a su vez liquida a Charlie. De este modo, un simple contable de Cleveland se convierte en un "fugitivo" perseguido por tres cazadores de recompensas.

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