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lunes, 19 de junio de 2017

'Juegos sucios'. Disparo al humor inmoral

La ópera prima de E.L Katz apenas se proyectó en salas en España, en Madrid y Barcelona únicamente; poca gente la vió, apenas algunos que recurrimos a videoclubs de culto y oscuras videotecas, y es extraño porque 'Juegos sucios' (2013) es una buena mezcla de comedia negra gore y radiografía social (exagerada quizás, pero acertada). Es un cine para una inmesa mayoría, dinámico, con un guión con verdadera chispa a pesar de la aparente simplicidad de la premisa, y con unas grandes interpretaciones que ayudan a seguir el hilo; pero no es una película de violencia superficial e injustificada, no es 'Asesinos natos' (1994) ni nada que se le parezca, en ese caso no escribiría este extenso análisis, sino unas simples líneas de repulsa. Katz, junto a sus guionistas construye una alegoría de la lucha de clases sencilla de ver y de única interpetración, pero de la que se pueden sacar múltiples lecturas.


'Juegos sucios' es una película que se sirve cruda y que supone un verdadero placer culpable. Se soprende uno al descubrirse riéndose de forma pueril ante situaciones de abuso, de violencia explícita, de injusticia. Pero la carcajada es irrefrenable por culpa de las geniales interpretaciones de David Koechner en el papel de Colin, un rico con ganas de divertirse a costa de los demás, y Pat Healey haciendo de Craig Daniels (lo menos parecido al Agente 007 que jamás se ha visto), una de sus amigables víctimas con graves problemas económicos; la tragedia se camufla en un bonito envoltorio de comedia para luego sacar a relucir su feo contenido, que sienta como un puñetazo de lima y mierda en los estúpidos dientes que brillan en la oscuridad de la sala.


Ni David Chirchirillo ni Trent Haaga (los guionistas) dejan nada al azar, construyen su relato teniendo en cuenta hasta el más mínimo detalle y dejando su texto en las manos de E.L. Katz, un director de poco recorrido, pero que está dejando un sello personal con películas como esta o 'Pequeños delitos' (2017). El relato se estructura de forma circular en dos partes, desde que Daniels sale de casa para ir a trabajar tras besar a su hijo y juguetear sexualmente con su mujer hasta que acaba ensangrentado en el sofá de Colin y la bella y siniestra Violet (Sarah Paxton) sería la primera mitad. En esta primera mitad Craig Daniels se muestra amable y tranquilo tanto con su familia como con su antiguo colega Vince (Ethan Embry), pero todo cambia de forma ostensible cuando aparece Colin, con un fajo de billetes en una mano y con la cumpleañera en la otra. Al principio parecen decididos a comportarse de manera solidaria uno con el otro, pero poco durará esta actitud.


  
Pronto se da uno cuenta que la única forma que conocen para divertirse Colin y Violet es denigrando a los pobres, ya sea camarera, estriper o un par de pringaos desempleados. Y que lo que buscan es enfrentarlos unos con otros, actúando con un cinismo desorbitado y una falsa amabilidad reflejo del comportamiento de las altas esferas con los no privilegiados. Como dijo el multimillonario americano Warren Buffet, "la lucha de clases existe y la vamos ganando". Y aunque incluso ellos digan "basta" al favoritismo, al conceder caprichos a los ricos, lo cierto es que los Estados, las organizaciones públicas y la sociedad en general aplican el laissez faire más brutal a estas gentes, y ya no sólo en materia económica (como defraudar a Hacienda, y luego quejarse porque no te pagan la multita de marras); sino que se les permite cualquier clase de comportamiento en materia social (drogarse a la vista de todos), en materia sexual (fomentar el adulterio, agredir a trabajadoras sexuales) o incluso alimenticia (y aquí hago un inciso para decir, que inclusto yo, concienciado pero hipócrita, me habría comido el perro por esa suma). Son los creadores de doctrina.



No se explica si no las barreras que impiden a Daniel y a Vince que triunfe la revolución, la revolución en forma de robo que es aplacada por el cinturón negro de Colin en artes marciales (que viene a decir, "no tenéis nada que hacer, el monopolio de la verdadera violencia física lo tenemos nosotros") cuando todo apuntaba a que esta había triunfado. No se explica que a partir del incidente traten con respeto, incluso con amabilidad (en el caso de Vince), o con deje de inferioriad, a Colin, mientras ellos se cornean constantemente como ciervos en celo.


También la puesta en escena es coherente con el discurso del relato. Colores intensos en exceso, agresivos, como el naranja del pub o el morado del club de estriptís; el amarillo pálido, en absoluto acogedor, de la casa de Colin o la luz halógena de la cocina. Y que decir del decorado, ¿podía faltar el enorme televisor en el centro del minúsculo salón del minúsculo apartamento de Craig Daniels?, televisor que hace juego con la advertencia de deshaucio pegada en la puerta por fuera. La obscena caja tonta nos grita, "así os queremos, ignorantes e indefensos. Necesitados", y eso que Craig se supone que no es un borrego, es un fustrado escritor que trabaja como mecánico, y eso que Vince, en apariencia más inculto, violento, desgraciado, ni siquiera tendrá un televisor en casa porque nunca ha ahorrado lo suficiente como para comprarse uno. Sin embargo, en casa de Colin no vemos ninguna tele, vemos una decoración de buen gusto, un piano de cola, un excelente aparato para reproducir música y un despacho lleno de libros y planos.


'Juegos sucios' puede leerse como el pan (rancio) para hoy y hambre para mañana de la sociedad actual. Los más privilegiados (e incluso los no tan privilegiados) se aprovechan de un mercantilismo sin fronteras (excepto en el tráfico de personas) que permite toda clase de abusos, son las ventajas del capitalismo y de la globalización. Pero luego, expían sus culpas con un par de billetes que destinan a organizaciones sin ánimo de lucro; la caridad es su panacea espiritual, la cura a sus "escrúpulos". Y para colmo, quedan como los buenos de la película. Y para mayor mal, los pobres entran al juego, un juego nada divertido, un juego sucio, sucísimo, color mierda.


 ¿Y de qué otra forma podía acabar el juego sino con un niño llorando? Un niño, perito en entretenimiento, que se da cuenta de que al que acaba de jugar su padre no es un juego recomendable, ¿qué mejor que la inocencia, que el puro instinto, para decirnos sin palabras lo que los adultos no somos capaces de ver porque algo tan inmaterial como el dinero, tan inútil, nos tiene demasiado ocupados?

Lo mejor: La atrevida propuesta, Koechner y Haley.
Lo peor: La segunda parte se hace algo redundante.

Valoración: 7/10

Javier Haya

Tráiler


Sinopsis
Craig, un padre de familia en plena crisis económica, ahoga sus penas en un bar cuando un desconocido le propone un trato: le dará cierta cantidad de dinero si va cumpliendo una serie de acciones, a cada cual más extraña y violenta. Lo que comienza como un juego terminará en delirio.

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