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miércoles, 5 de abril de 2017

'Crudo'. Cuando Kafka disecciona un corazón de vaca

Imagino que los asistentes del Festival de Cine de Toronto a 'Crudo', aquellos que se desmayaron, necesitaron de las asistencias de los servicios de emergencia o huyeron de la sala en desbandada como las ovejas ante el simulacro de lobo; les habrá sucedido lo mismo con, y pongo simplemente un ejemplo, películas bélicas (y mucho más crudas) como 'Salvar al soldado Ryan' (1998) o 'El pianista' (2002), si no, no comprendo la aprensión irracional del ser humano, ¿acaso les bulló a los gélidos canadiense la sangre? Si de algo peca la ópera prima de Julia Ducornau, bastante moderada y de originales metáforas, es de repetitiva en ciertos momentos del relato.

Regalar con la entrada de 'Crudo' una bolsa para vomitar, como se ha hecho en alguna sala americana, es fomentar el espectáculo, la feria. Es desprestigiar una película como cualquier otra que también merece ser tratada como una obra de arte, y más cuando es mejor que muchos filmes de los que hay actualmente en cartelera.


Justine (una expléndida Garance Marillier) sufre al llegar a la universidad una transformación, una metamorfosis. Pasa de los grilletes familiares, de las estrictas prohibiciones alimenticias de sus padres (que se puede extrapolar a todos los ámbitos de la vida cotidiana) a sentir por un momento las muñecas libres, es en ese lapso de tiempo, el momento de la llegada a su nueva residencia cuando Justine declara asustada: "¡Qué perdida estoy!". La adolescente no conoce la libertad y no sabe gestionarla, le angustia.

Y se desata, en un primer momento decide no separarse de las costumbres, pero no sabe desobedecer, no sabe actuar con criterio propio. Y pasa de los grilletes familiares a las bridas de los veteranos alumnos de veterinaria. El cambio de convenciones es tan abismal que causa en la protagonista la confusión a la que responde desatando sus instintos más básicos, su verdadera naturaleza.


Es una obra sobre la búsqueda de la personalidad, sobre el desprendimiento de las convenciones. "¿Cómo no te vas a depilar el coño? ¡Pero si todas lo hacen!", le replica a Justine su hermana Alexia (Ella Rumpf). Alexia es como su hermana, pero ella ha aprendido a refrenar sus genes, a Alexia le han enseñado a ser como los demás, a pasar desapercibida, esconde sus pulsiones tras los árboles de las carreteras secundarias. Pero Justine todavía no sabe ser como los demás. Ha estado toda la niñez con la camisa de fuerza puesta, y ha llegado la hora de poder rebelarse contra todas las instituciones alienantes: la familia, la universidad, la sociedad en su conjunto; y no sabe decir que no. Un paso más allá está Adrien (Rabbat Nait Oufella) que no es que sepa, sino que no quiere ser uno más, se pasó su adolescencia en el armario y ahora que lo ha conseguido no piensa renunciar a su identidad sexual.


Ducornau coquetea constantemente con la aproximación y alejamiento del reconocimiento del yo mismo, ya sea en asuntos sexuales, religiosos, estéticos, éticos o incluso alimenticios. La directora, con un guion sutil pero transparente, establece personalidades contrapuestas en sus personajes. Crea una atmósfera opresiva, pero al mismo tiempo atrayente. El espectador no quiere mirar, pero mira, aunque luego se maree.

'Crudo' es simbolista, compleja y valiente. Es original, fresca (como la sangre que le gusta a Justine) aunque en cierto punto se coagula, se prolonga más de lo disfrutable, es una cinta que podría haber sida presentada perfectamente a La Cabina, el relato cabría sin problemas en un mediometraje. Aun así no aborrece, en gran medida porque el dueto Marillier/ Rumpf es brillante, la primera es enigmática, el papel de chica perdida lo borda, representa el despertar del descaro mezclado con la duda y el miedo. Ese descaro se convierte en provocación en Rumpf, es más decidida, pero su seguridad también le juega malas pasadas, su seguridad también son dudas. Son las dos caras de la misma moneda; su relación, sus diferencias, dibujan la esencia de la película.


Colorida, sangrienta provocadora, simbólica. Así es la ópera prima de Julia Ducornau. Si viviese Franz Kafka aplaudiría a la pantalla y, aunque para desgracia mía creo que no se esperaría a los créditos finales (la autoría no le preocupaba en exceso), se habría puesto a llorar con el comportamiento de los asistentes a las salas de cine: personajillos que cada dos por tres te deslumbran con sus inteligentísimos teléfonos móviles, masticadores profesionales de palomitas y magreos que ríete tú de los de la imagen.

Lo mejor: La propuesta innovadora y la pareja de hermanas.
Lo peor: La última escena, y Laurent Lucas (esto puede que sea manía personal, pero sólo tiene una cara).

Valoración: 7/10


Tráiler



Sinopsis
Justine, una joven de 16 años, vive en una familia donde todos son veterinarios y vegetarianos. Es una estudiante brillante y prometedora, pero al ingresar en la facultad de veterinaria descubre un mundo decadente, despiadado y peligrosamente seductor. Durante la primera semana, obsesionada por encajar con sus compañeros de clase, se aleja de los principios que le han inculcado su familia, y come carne cruda por primera vez. Las consecuencias no tardan en llegar, y la joven empezará a desvelar su verdadera naturaleza.

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